01 de enero del 2023
Nuevo año, nueva yo… ¿o no?
Querida alma mágica:
Primero que nada, bienvenida a Florecer Mágico y… ¿feliz año nuevo?
Sí, diría que esa frase aplica por el tiempo en que escribo estas palabras, aunque quizá no tanto para el día en que leas esta carta.
Estamos nuevamente en esa época en la que la Tierra completa una vuelta más alrededor del Sol y las redes sociales se llenan de propósitos, metas y frases motivacionales para empezar el nuevo año con actitud y energía renovada.
No sé cuántas de las personas que aparecen en mis páginas de inicio llegan al 31 de diciembre con un récord claro del progreso que hicieron con sus propósitos. Pero sé que yo no he tenido un solo año en el que haya cumplido con algo de lo que me propongo cada 01 de enero a las 12:00 am.
De hecho, si soy brutalmente honesta conmigo misma, para mediados de enero, la mayoría de los años ni siquiera recuerdo los deseos que pido con las 12 uvas.
Sin embargo, este año todo es diferente… y no lo digo nada más por decir. Tampoco tiene nada que ver con la idea de que nace una nueva versión de mí cuando cambia el reloj.
Me refiero a que, por primera vez en mis 26 años de vida, este inicio de ciclo se siente diferente y tiene todo que ver con un proceso de sanación que empecé en el 2022. Con una versión de mí que sana, crece y aprende todos los días, no sólo un 01 de enero.
Creo que, para entender de dónde vienen estas palabras, tengo que empezar hablando de lo que viví el año pasado.
Hoy puedo decir que el año pasado viví el periodo de mi vida más oscuro hasta el momento. Digo con total certeza que nunca antes me había sentido tan sola, perdida, triste, frustrada y enojada con la vida.
Todavía me duele admitirlo.
Todavía lloro al recordar esas semanas que pasé tirada en el suelo de un baño pensando en la forma más fácil para dejar de sentir y escapar de mis demonios.
Por primera vez en mi vida entendí lo que significa tocar fondo y llegué a la conclusión de que, una vez que te encuentras ahí, solo hay dos opciones: rendirte o luchar con más fuerza.
En esos días, cada parte de mi cuerpo y mi mente me pedían a gritos que me rindiera. Estaban agotados y sin más que ofrecer al mundo.
Pero mi alma y mi corazón me pedían que luchara. No eran gritos ensordecedores como los de mi mente. Era un susurro. Un susurro apenas audible que, si se lo permitía, se perdía entre todo el ruido que hacían mis demonios. Sin embargo, era constante.
Y por una vez me permití cerrar los ojos y prestarle atención a mi corazón. Prestarle atención a un corazón que llevaba años ignorando, pero que tuvo la paciencia para esperar que volviera a mirarlo y darme cuenta que estaba ahí para mí. Cuidando de todos los sueños que olvidé al dejarme llevar por mis miedos.
En muchas ocasiones me reproché por mi ansiedad y mi depresión. Me repetía una y otra vez que tenía todo lo que una persona necesita para ser feliz y que no tenía motivo para sentirme tan mal. Pero había un motivo que, si no es suficiente para llorar todos los días, no sé qué lo es: me perdí a mí misma.
Olvidé mis gustos, mis sueños, mis opiniones… lo que soy. Me olvidé del gran valor que tengo como ser humano, como mujer, y permití que mis inseguridades se abrieran paso en un mundo que sólo espera la mínima invitación para arrastrarte a la oscuridad.
Me dejé arrastrar. Esa es la realidad.
Pero, así como deje que eso sucediera, también hoy estoy decidida a levantarme todos los días.
Esa es, sin duda, la lección más importante que me dejó el 2022 y con la que empiezo este 2023: todos los días nace una nueva versión mía.
He empezado un proceso que, espero nunca termine, en el que fortalezco poco a poco mi salud mental, mi salud física y mi espiritualidad.
Un proceso con el que he comenzado a sanar heridas que había ignorado durante mucho tiempo, pero que he decidido es momento de atender con el amor que merecen.
Un proceso con el que diariamente descubro una parte de mí que había olvidado y que, sin duda, ha cambiado con el paso del tiempo.
Un proceso que a veces duele, pero del que luego nace una semilla que lentamente florece.
Un proceso en el que reconozco que no todos los días tienen que ser buenos, así como no todos tienen que ser malos. Que me permite aceptar que hay ocasiones en las que tengo 100 puntos que ofrecer al mundo y otros en los que ofrecer 30 está bien y es suficiente.
Un proceso de amor propio y gentileza con el que día tras día recupero la seguridad que perdí hace tiempo y descubro una fortaleza que no sabía vivía dentro de mí.
Un proceso con el que me permito soñar de nuevo y, como parte de ese sueño, aquí estoy. Finalmente aventurándome con un corazón totalmente abierto en este blog.
Florecer Mágico es parte de ese sueño de escribir que me ha acompañado desde los 14 años. Hoy quiero y permito que el resto del mundo descubra lo que hay en mi corazón. Estoy llena de miedos y mis demonios gritan más fuerte que nunca, pero aquí estoy.
Este blog no pretende ser más que un espacio seguro para compartir el camino que he recorrido y validar todas las emociones que me acompañan a lo largo de este proceso.
Qué mágico si en mi proceso encuentras un lugar seguro que te ayude a ser valiente para seguir tus sueños y trabajar en el proyecto más importante de la vida: tú.
En un mundo perfecto, cada semana encontrarás una carta nueva donde te compartiré una parte de mi proceso. De vez en cuando también podrás escuchar una canción recomendada por alguna de las personas que han pasado por mi vida. Y de manera fugaz, como estrella, habrá algún libro que me ha llenado de magia justo en el momento que más lo necesitaba.
Y, si encuentras en este blog algo con lo cual conectar, sígueme en Instagram para estar un poquito más cerca.
Gracias, gracias, gracias… por permitirme llegar a ti con mis palabras.