08 de marzo del 2023
Hoy ya no duelen los recuerdos.
Querida alma mágica:
Generalmente no escribo estas cartas con una persona específica en mente. Simplemente permito que mis manos se muevan sobre las teclas y que fluya lo que tenga que fluir.
No pienso lo que quiero decir… o bueno, no lo pienso tanto.
Escribo porque estoy convencida que afuera, en este inmenso mundo, puede haber una persona (o varias) que conecten con algunas de mis palabras o con mi sentir.
Hoy no es el caso. Hoy escribo contigo en mente.
Y generalmente no escribo estas cartas en miércoles, pero hoy se sentía como el día adecuado para esto.
Mentiría si te digo que escribo con el único propósito de liberar mi alma, pues una parte dentro de mí desea que, en el momento indicado, te encuentres con esta carta y resuene contigo. Que esa conexión energética entre nosotros te diga que mis palabras son para ti.
¿Cómo estás hoy? ¿Cómo has estado estos nueve años que han pasado desde la última vez que nos vimos? ¿La vida te ha dado todo lo que deseas? ¿Tienes amistades sinceras? ¿Estás en el trabajo de tus sueños? ¿Has viajado a todos los lugares a los que has querido hasta el momento? ¿Cómo está tu mamá? ¿Tu papá? ¿Tu hermano? ¿Te has enamorado?
Admito que una parte de mi corazón no quiere una respuesta a esa última pregunta, pero si tu respuesta es sí, espero que no te hayan roto el corazón y te hayan hecho inmensamente feliz.
No puedo creer que han pasado nueve años desde la última vez que nos vimos. Los he sentido como un parpadeo, ¿tú no?
Aunque eso tal vez tiene que ver con el hecho de que comencé a vivir el duelo de perderte hace dos años y cuatro meses. Y no es que haya contado el tiempo, para nada.
¿Te acuerdas de las conversaciones que teníamos durante la madrugada por ahí del verano del 2012? Me escribías cartas largas que me mandabas por Messenger. Luego me pedías que yo te escribiera una. Bueno, espero que sí recuerdes aquellas noches, porque estás recibiendo la carta más larga que te he escrito en toda nuestra historia.
Tengo tantas cosas que decirte y no sé por dónde empezar.
Tal vez te has preguntado por qué. ¿Por qué después de tantos años te he vuelto a buscar? ¿Por qué hasta ahora?
Sabes que en nuestros años de adolescencia nunca fui una persona muy estable emocionalmente. Te tocó verme en mis momentos más bajos en más de una ocasión… incluso llegaste a ser el motivo de algunos. Pero ya no soy esa joven que conociste, que quizá recuerdas.
En el 2020, mi depresión y mi ansiedad me llevaron al límite y decidí ir a terapia, por quinta vez hasta ese momento. En una de esas sesiones, de pronto, tu cara apareció en mi mente y tu nombre salió de mis labios antes de que pudiera procesarlo. Y les siguieron las lágrimas.
Fue entonces cuando recordé nuestra amistad. Nuestro camino. Nuestra historia adolescente. Y me di cuenta que todavía tenía toda nuestra conversación en Messenger. Desde entonces, he pasado horas releyendo todos esos mensajes.
A partir de ese momento, fue como caer en un hoyo sin fondo. Empezaron las noches de llanto, la opresión en el pecho y las manos temblorosas. Aparecieron las canciones tristes que me perseguían. Y fue cuando te escribí y te mandé ese pedacito del video de mi fiesta de XV años, cuando pasaste a bailar conmigo. Quería decirte tantas cosas, pero lo único que salió fue un “¿cómo has estado?” y un “muy bien, gracias” de ambas partes.
Fue cuando entendí la razón por la que mi mente había bloqueado por completo todos los recuerdos que tenía contigo.
Entendí que tú nunca fuiste solamente un amigo. Tú siempre fuiste más. Mucho más. Y nunca te lo dije.
Desde ese entonces, había vivido en un constante duelo por toda esa historia. Todo lo que no fue y todo lo que sí fue. Todo lo que pudo haber sido.
Ya que estamos en las confesiones… reconozco que las canciones que me dedicaste me han perseguido los últimos 10 meses. Al principio no podía escucharlas sin llorar. Hoy ya sonrío cuando aparecen en mis playlists.
Hoy puedo decirte que lo siento.
Siento mucho haberte sacado de mi vida de golpe. Siento mucho haberte borrado de mis recuerdos. Siento mucho haberte enterrado todos estos años como si jamás hubieras sido esa parte tan importante de mi adolescencia.
Pero entiendo que así tenía que ser y que si en este presente no somos parte de la vida del otro, es porque nuestras almas ya vivieron todo lo que tenían que compartir juntas.
No voy a negar que a veces desearía que hubiéramos tenido más tiempo. Pero así pasan las cosas. En un nivel inconsciente, en algún momento, así lo decidimos.
Hace unos meses, en una lectura de tarot que tuve con mi astrólogo, apareciste una vez más. Al día de hoy, no estoy segura de si tú crees en estas cosas, pero a mí me han ayudado mucho en este proceso de sanación y autoconocimiento por el que estoy caminando.
Pero el punto, es que me hablaron de ti. De esa persona a la que no podía soltar y en quien todavía pensaba mucho, a pesar de que ya no estaba en mi vida desde hace años. Luego mi astrólogo te describió físicamente. Aunque admito que eso estuvo de más pues yo no necesitaba la descripción para saber que se trataba de ti.
Me dijo que esa persona había llegado a mi vida a enseñarme que las relaciones cambian, a expresar lo que tengo que decir en el momento y a atesorar los buenos recuerdos. Dijo también que venía a enseñarme a soltar y, que a veces, la gente sigue caminos diferentes.
Me aconsejó que dejara de tener expectativas sobre un reencuentro contigo.
En ese momento me resistía a entender lo que estaba escuchando. Quería gritarle a mi astrólogo que se callara. Que no hablara de una relación de la que no sabía nada. Me enojé y cuando terminó mi lectura, lloré. Lloré como no lo había hecho en meses.
Lloré por ti y por todas las cosas que no te dije en su momento. Por todos los años que habían pasado y por lo ingenuos que fuimos cuando decíamos que siempre estaríamos en la vida del otro.
Y con el paso de los días, las semanas y los meses, pude reflexionar sobre todo eso con cabeza fría.
Entendí todo.
Más importante aún… lo acepté.
Hace cuatro días estaba viendo una película: Perdona si te llamo amor.
La tenía en mi lista desde hace semanas. Cuando la agregué, el nombre me resultaba muy familiar, pero no recordaba dónde lo había escuchado alguna vez.
Cuando la estaba viendo, lo recordé. Te recordé.
Me acordé que tú estabas leyendo los libros de Federico Moccia uno o dos años antes de que dejáramos de hablarnos. Todo el tiempo me decías que los leyera, que me iban a gustar. Incluso me dijiste que se iba a estrenar esa película que acabo de ver.
Y sonreí.
Fue la primera vez en dos años y cuatro meses que no lloré al acordarme de ti.
Después de un largo camino e incontables noches de llanto, estoy lista para mirar desde el amor y no desde el dolor todo lo que vivimos.
Agradezco profundamente el tiempo que compartimos, las pláticas vergonzosamente honestas a las 3 de la madrugada, la honestidad que siempre tuviste para decirme las cosas. Agradezco infinitamente la confianza que me tuviste todos esos años.
Entiendo que así tenía que pasar todo y, si en algún momento nuestros caminos se vuelven a juntar, ten por seguro que te voy a recibir en mi vida con un amor y respeto infinito.
Si no está escrito que nos volvamos a encontrar, entonces espero que en algún lugar de tu alma, recuerdes lo importante que fuiste y lo mucho que te quise.
Deseo que la vida te llene de amor, salud, relaciones genuinas, felicidad y abundancia. Deseo que nunca te falten sueños por los cuales luchar ni confianza en ti mismo para hacerlo.
Feliz cumpleaños… feliz vida.
Si en algún momento te encuentras con esta carta, te dejo esta última canción.
Gracias, gracias, gracias por todos los aprendizajes que trajiste a mi vida.