10 de abril del 2023

Todos los días son buenos para empezar de cero.

Querida alma mágica:

¿Cómo has estado estas dos semanas que han pasado? ¿Feliz? ¿Triste? ¿Enojada? ¿Asustada? Que todo fluya.

Te pregunto porque yo he tenido muchos sentimientos encontrados. Han sido dos semanas de cambios grandes y esa es la razón por la que no escribí ni publiqué nada la semana pasada.

Para que entiendas un poco de dónde vengo con lo que estoy escribiendo, permíteme ponerte al tanto de estos cambios.

A principios de marzo renuncié a mi trabajo y el 30 fue mi último día ahí. Además, regresé a  mi casa. De nuevo cerca de aquellas personas que mi corazón necesita.

He tenido días llenos de actividad y emociones fuera de control. Por más que he intentado mantenerme en mi centro, admito que algunos de mis demonios se han dado rienda suelta con todos los cambios en mi vida.

Por eso, justo quiero hablarte de los nuevos comienzos. De todo aquello que pasa cuando damos un salto de fe y nos arriesgamos a empezar de nuevo. No importa de qué forma se vea este nuevo inicio.

Pero, antes de empezar, te invito a que si no has leído la última carta, des clic aquí si sientes que es el momento de leerla.

Nuevos comienzos

A lo largo de estos días me he dado cuenta que mi vida, como la de todo el mundo, ha estado llena de nuevos inicios.

Desde muy chica tuve que aprender a iniciar de cero en ciudades diferentes pues, por el trabajo de mi papá, nos mudamos demasiado.

Cuando hicimos el primer cambio de ciudad yo tenía cinco años y la realidad es que no recuerdo muchos detalles más allá del hecho de que mi mamá estaba muy triste y que yo extrañaba como loca a mi abuelita.

A partir de ese momento, fui más y más consciente de los cambios en mi vida. Casas. Escuelas. Amigos. Calles. Distancias. Rutinas. Absolutamente todo.

Al año y medio de aquella primera mudanza, vino la segunda. Luego la tercera y después la cuarta.

Por muchos años consideré que el mudarnos de ciudad y tener que empezar nuevas rutinas eran los cambios más significativos e interesantes en mi vida. Hoy veo que todos los días son oportunidades nuevas para iniciar de cero. Aunque hay inicios que cuestan más trabajo que otros.

Aunque a pesar de que ahora veo las cosas diferente, el cambiar físicamente de espacio ha sido mi prueba tangible de toda la evolución que he tenido a lo largo de mi vida. Casas. Personas. Escuelas. Etapas enteras de mi vida que han sido marcadas y que, hasta cierto punto, se han quedado en determinada ciudad y con determinadas personas.

Confieso que, por años, todo esto de lo que hablo me ha hecho sentir que no pertenezco a ningún lugar. También confieso que una de las preguntas que más nerviosa me pone es “¿de dónde eres?”, porque nunca estoy segura de qué contestar.

No estoy muy segura de qué ha cambiado a lo largo de mis 27 años con respecto a los nuevos comienzos porque, si soy sincera, estoy temblando de miedo ante todas las posibilidades que tengo frente a mí hoy. 

Sin embargo, me siento capaz de compartir contigo las lecciones más grandes que me han dejado los cambios en mi vida que, de alguna forma, me han obligado a evolucionar como ser humano.

Todo cambio duele y tengo que permitirme vivir su duelo.

Muchos años no fui consciente de lo que implicaba empezar de cero. De hecho, siento que dejé microhistorias inconclusas en cada capítulo que terminé.

Hoy entiendo que fue mi miedo a decir adiós a los lugares y personas que me habían dado tanto. 

Toda mi vida he tenido muy presente el dolor de haberme despedido de mi abuelita en aquella primera mudanza y me doy cuenta que he evitado a toda costa volver a sentirme así. 

Por años no me permití vivir esos duelos. Despedirme de casas, escuelas, amigos. De todo lo que dejaba atrás cada que tenía que volver a empezar. 

¿Y te digo algo? 

Todo ese dolor reprimido, como todo en la vida, en algún momento te alcanza.

Todo cambio trae una enseñanza consigo (o muchas).

Tal vez antes era muy chica para darme cuenta de las implicaciones de los cambios. Para mí simplemente era una cuestión de volver a adaptarme a un nuevo entorno.

Ahora veo que desde muy chica he estado rodeada de lecciones de vida grandes que me han convertido en la mujer que soy hoy.

Hoy me veo con la capacidad de adaptarme a personas, situaciones y lugares distintos, aunque a la larga eso no signifique que quiera quedarme ahí o que me sienta cómoda. 

Me veo fuerte. 

Me veo independiente.

Kit de confort para emergencias.

Cuando me mudé esta última vez a Monterrey mi mamá me dijo: “llévate lo que necesites para no estar llorando todo el tiempo”.

Entiendo ahora que no se refería literalmente a “llévate todo tu cuarto”, pero en su momento así lo entendí.

El punto de esta lección es: no necesito todo mi cuarto, pero sí un par de objetos básicos que me den esa sensación de familiaridad para los momentos de crisis. Crisis de tristeza, de soledad, de enojo, o de lo que sea que venga.

Mi libro favorito. Mi vela aromática o incienso favorito. Un peluche. Mi sudadera favorita. Calcetines para dormir. Mi libreta. Una pluma. Mi taza favorita. Mi póster de Harry Styles.

¿Cómo se vería tu kit de confort?

Cambios para bien… ¿y para mal?

Muchas veces me dijeron esa frase y siempre acepté esas palabras sin cuestionarlas.

Pero, ¿realmente hay cambios que sean para mal?

Para mí hoy no significan nada esas palabras.

Para mí hoy no hay cambios para mal.

Lo he entendido. Todo cambio trae consigo personas y situaciones necesarias para crecer. Todo cambio llega a mi vida en el momento indicado, con sus respectivos aprendizajes.

Sí, algunos cambios duelen más que otros, pero a mi vida no va a llegar nada que no pueda superar. No va a llegar nada que no sea para mi evolución.

No todo cambio es tangible.

De hecho, la mayoría de los cambios por los que pasamos diariamente no se pueden ver o tocar. 

Son progresivos y lentamente se van haciendo espacio en nuestra vida. Y con entender esto, he entendido también que no porque algo ha sido de determinada forma muchos años, significa que no puede ser diferente en algún punto.

De esto me di cuenta justo la semana pasada.

He pasado años evitando a toda costa cualquier tipo de nueces y las almendras porque, desde que tengo memoria, no me gustan. Sin embargo, la semana pasada me comí por accidente una almendra y me di cuenta que ya no me desagradan como antes. No es el mismo caso con las nueces, pero las almendras ahora podría comer una que otra sin problema. 

No sé en qué momento ocurrió este cambio, pero ya está en mi vida y he pasado días usando esa experiencia como un recordatorio de lo flexible que puedo llegar a ser ante la vida.

Todo nuevo inicio es mejor en silencio.

Últimamente me he dado cuenta que comparto en exceso los pasos que doy en mi vida. Cuando cambio de rumbo, soy la primera en anunciarlo al mundo.

Pero, por fin he entendido que en silencio todo fluye con más armonía y más bonito.

La espiral

En mi cumpleaños, mi hermana me regaló una pulsera con un pequeño dije de espiral. 

Cuando me lo dio me dijo que era porque la espiral significa que siempre volvemos al mismo lugar, pero nunca volvemos de la misma manera.

Ahora uso esa pulsera todos los días para recordarme que constantemente atravieso cambios que, aunque a veces no los noto de inmediato, están ahí y se manifiestan en el momento indicado.

Hoy estoy decidiendo volver a mi casa, a mis raíces, pero no vuelvo igual que hace un año. Vuelve una nueva versión de Grace. Una versión a la que le ha costado noches enteras de llanto convertirse en la mujer que es hoy, pero que aquí está.

Hoy vuelve una versión mía que cambia diariamente y que, si se cae, sabe que el día siguiente es ideal para empezar de nuevo.

Querida alma mágica, ¿cómo se ven tus nuevos comienzos? ¿Cuál es el que más te ha enseñado?

Y porque sé  por experiencia que en los momentos de cambio es cuando más fuerte gritan los demonios, te dejo Gonna Be Okay de Brent Morgan. Para mí, esta canción ha sido magia pura en estos días.

Gracias, gracias, gracias por permitirme llegar a ti con mis palabras.

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