23 de enero del 2023
Después de la tormenta, viene la calma.
Querida alma mágica:
¿Cómo estás? Espero que los días que han pasado desde que escribí la primera carta y esta, la vida te haya llenado de bendiciones. Espero que siga siendo así cada día.
Esta es la segunda carta que escribo este 2023 (la primera que escribí puedes leerla en la página de Bienvenida), pero esta inicia oficialmente la serie de textos que tengo para compartir en esta categoría de Florecer Mágico. Hoy te puedo decir que estoy bien. Hoy estoy trabajando con mis emociones con más amor que nunca.
Estamos empezando enero y, si soy muy honesta, la semana no empezó bien para mí. Pasé los últimos días del 2022 rodeada de familia, pero el 2 de enero tuve que decirles adiós para volver a una ciudad donde no tengo nada.
Bueno, tal vez estoy exagerando un poco.
Sí tengo una vida. Un trabajo que, independientemente de cómo me sienta al respecto, es parte de mi día a día. Tengo una roomie que esperaba que regresara. Algunos amigos.
Tengo una vida.
Llevo días tratando de escribir esta carta y no lo he logrado pues la tristeza, la frustración y la ansiedad se apoderaron de mí de nuevo.
Me di cuenta de que, luego de pasar tantos días rodeada de amor familiar y volver a una casa que no se siente como hogar, sumado al hecho de que se me terminó la adrenalina que te mantiene andando cuando regresas de un viaje, fueron detonantes para que mis emociones me dominaran.
Ya no tenía que comprar comida. No tenía que lavar ropa acumulada. No tenía que limpiar polvo de los muebles que no se movieron.
Tenía que regresar a la rutina. Una rutina que he detestado desde que me vi obligada a tomarla.
Permíteme darte un poco de contexto para que entiendas de dónde vienen mis palabras.
En mayo de 2022 me mudé a Monterrey, Nuevo León, México para entrar a un trabajo que no es ni será nunca lo que quiero para mi vida. Me mudé sola, a una ciudad lejos de mi familia y en la que hace tanto calor que parece el infierno.
Así que no es de sorprender que esta semana la haya pasado deseando hacerme bolita debajo de las cobijas y no tener que levantarme para nada. Apretando los labios para controlar las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos en los momentos más inoportunos. Luchando contra las ganas de salir corriendo de regreso a mi hogar. Poniendo toda mi atención en mi respiración para aliviar la opresión en el pecho.
Y entre toda esta montaña rusa de emociones ocurrió algo muy mágico.
En uno de los momentos de mayor desesperación, me permití mirar atrás y recordar a la Grace de mayo de 2022.
Hoy yo te pregunto: ¿cuántas veces te has permitido mirar a la persona que eras ayer? ¿Hace una semana? ¿Hace un mes? ¿Hace un año?
A veces es aterrador reflexionar sobre las versiones nuestras que dejamos atrás y creo que puede ser por miedo a darnos cuenta que no hemos avanzado tanto como esperábamos.
Sin embargo, si no hubiera hecho eso estos días, no hubiera descubierto que la Grace que llora este enero de 2023 es una más fuerte y decidida a trabajar en sus sueños para pronto ir a donde su corazón quiere.
En la carta de Bienvenida te contaba sobre el proceso de sanación y amor propio en el que trabajo todos los días. Hoy comparto contigo una de las acciones que he tomado y me ha ayudado a ser quien soy ahora: aprender a reconocer mis emociones y permitirme sentirlas.
En esta carta
Mis emociones… ¿qué me dicen?
Una herida no sana si no recibe aire y para aceptar esto primero tuve que entender que no hay emociones buenas o malas. Todas tienen un propósito en nuestra vida.
Admito que no ha sido nada sencillo llegar a este punto pues a los seres humanos no nos gusta pasar por la incomodidad de enfrentar lo que sentimos. Por eso somos tan felices en un mundo que nos ofrece miles de distracciones para no tener que mirar nunca hacia nuestro interior y trabajar en lo que hay ahí.
Hoy quiero compartirte lo que he aprendido de esta parte de mi proceso. Podrían parecer lecciones pequeñas, pero vistas como un todo, han traído un cambio muy grande a mi vida.
Es aterrador permitirme sentir… pero luego es tan liberador.
En un principio temblaba sólo de pensar en expresar mis emociones, incluso me provocaban más ansiedad y llegué a pensar que me iba a volver loca. Con el tiempo entendí que mientras más sentía, más soltaba. Más sanaba. Se calmó mi ansiedad y pude empezar a poner orden a todo lo que pasaba adentro de mí.
Es importante nombrar las emociones.
¿Cuántas veces te ha pasado que te preguntan cómo estás y en automático respondes “bien”? Incluso aunque sabes que estás lejos de sentirte así.
Bueno, eso me pasaba. Y el problema no es que le ocultes tus emociones a alguien más, porque es aceptable no siempre querer compartir lo que sentimos con el mundo. El problema es cuando ese “bien” es una mentira hacia ti.
En este punto de mi proceso tuve que sentarme conmigo para desenredar mis emociones pues estaban todas hechas nudo en ese “bien”. Ponerles nombre. Aprender a decirme “estoy triste”, “estoy enojada”, “estoy frustrada”, o “estoy feliz”. Aprender a decírmelo en el momento que lo sentía.
Llorar no siempre es señal de liberación y sanación.
Desde mayo del 2022 he llorado más que en toda mi vida… y eso es decir mucho. Siempre me han dicho que soy de lágrima fácil y nunca me había cuestionado esas palabras hasta este momento.
No está mal llorar y no quiero decir que nunca más lo volveré a hacer porque, siendo sincera, sí suelo tener las emociones a flor de piel.
Sin embargo, en estos meses me di cuenta que mis lágrimas estaban siendo una señal de alerta. Me pedían a gritos que dejara de reprimir lo que sentía, que buscara ayuda. Gritaban que me estaba ahogando y no estaba haciendo nada por volver a respirar. Eran lágrimas de derrota y más que aliviarme, me provocaban más dolor. Entender eso fue el primer paso para convertirlas en medicina.
Todo lo que siento tiene un propósito.
Creo que esta ha sido una de las lecciones que más trabajo me han costado. Cuando empecé a identificar mis emociones, pensé que ahí terminaba todo y que, por arte de magia, comenzaría a estar bien.
Me faltaba escuchar lo que me querían decir.
Ahora, cuando tengo emociones tan intensas que me abruman, me detengo un momento a pensar en las situaciones por las que atravieso, en mis detonantes y trato de entender qué me quieren decir. Eso ha sido un gran paso para empezar a poner límites tanto en mis relaciones con los demás como en la relación conmigo misma.
Mi proceso se merece el mismo amor, el mismo respeto, la misma comprensión y la misma gentileza que le daría al de un ser querido.
Entender esto me ha ayudado a no ser tan dura conmigo, a no juzgar las situaciones por las que atravieso que me llevan a determinada emoción. He entendido que cada experiencia me ha convertido en la mujer que soy hoy.
Fuerte. Valiente.
Todo pasa
Con el tiempo, he aprendido a poner orden a todo el caos y a etiquetar todo lo que siento para aprender a manejar las situaciones cotidianas y no sentirme tan abrumada. Quisiera asegurarte que en algún momento se acaba esto, pero es un proceso infinito. Es parte de la vida.
La mujer que soy hoy se siente muy orgullosa del camino recorrido. Orgullosa de ser capaz de mirar atrás y ver que, aunque sí lloro y en ocasiones me siento sin fuerza para enfrentar el día, me levanto más fuerte que antes.
Hoy me miré en el espejo y en mi reflejo vi un brillo que no había visto antes. Un brillo que sólo da la seguridad de saber que todo va a estar bien. Que todo pasa.
Querida alma mágica, trabajar con las emociones no es un salto fácil de dar. Requiere poner mucha atención a lo que pide el corazón y mucha fuerza de voluntad para no dejarnos caer. Si te quedas con un mensaje de toda esta carta, que sea eso. Escucha a tu corazón pues te va a decir lo que necesitas para sanar.
Si estás en este proceso de conocer tus emociones o te gustaría empezar, te comparto el episodio del podcast Conversaciones del alma con Durga Stef. Una parte de esas herramientas que he descubierto en mi camino.
Gracias, gracias, gracias por permitirme llegar a ti con mis palabras.